Se aproxima el día de la consumación del fraude. Enrique Peña Nieto tomará posesión del cargo de Presidente de la República el próximo 1º de diciembre. Estamos a horas de la ignominia. No dejo de preguntarme cómo llegará este inquilino de Los Pinos; es decir, ¿con qué aires de cínico dictador? Después de todo, asume plenamente y en público la barbarie de Atenco. Ignorancia es violencia y este personaje peca de ignaro. Para no desentonar con los acuerdos previos y, en apoyo al payaso con copete de pájaro loco, el saliente Felipe Calderón se avienta la puntada de promover una iniciativa para cambiarle el nombre al país. Así, nada más, de puros tanates. No sé ustedes, pero a mí me huele a babosada tipo chupacabras u ovnis sobrevolando el Popo, todo para desviar la mirada mientras el Gavioto se pone la banda; una que, dicho sea de paso, le queda grandísima.
Un aparato gigantesco de seguridad se ha venido desplegando desde hace ya varios días; cercada media ciudad, es claro el temor que suscita en el nuevo usurpador, un posible y muy merecido ataque por parte de la ciudadanía. Si el miedo no anda en burro, dicen, pero lleva el copete muy parado y engominado. Estaciones del metro y metrobús cerradas y San Lázaro todo rodeado de una gigantesca valla que, el sábado que viene, impedirá a la prole toda tentativa de mirar a su próximo Primer Mandatario, pero que, por si acaso, ya impide la libre circulación de automóviles y peatones. Ante ello no faltará el recalcitrante priista que ya dijo —obviamente no en persona, sino simbólicamente — a Peña: “Si yo voté por ti, ¿por qué me cierras el metro?”.
Lo cierto es que, mientras en otros países el día de la toma de protesta es fiesta nacional, en México estamos de luto. “La cerca es pa’ encerrar al burro” he escuchado en algún lado; lo irónico es que el borrico no es uno cualquiera, sino el que pretende consumar la malbaratada venta de la patria, de nuestro bien común, del trabajo humano. Lo bueno para el entrante es que, diabólicamente paternal, el saliente ya deja hecha la mitad del ultraje con una reforma laboral que —nunca nos cansaremos de decirlo— es una canallada, una infamia, una bestialidad para el pueblo. Al nuevo tirano le quedará por tanto —si es que usted, señor lector, y yo estamos dispuestos a permitirlo— la reforma energética para empezar.
AMLO, para no ensombrecer, quizá por prudencia, quizá por cansancio moral y mental, convoca una marcha de protesta pero eso sí, bien lejitos del escenario de la ignominia, en el Ángel de la Independencia. Parece decir con ello: “Estamos contra la imposición pero no queremos altercados”. Sobra afirmar que a muchos ciudadanos no les importan los catorrazos mientras se luche por la justicia equitativa y la justa distribución del bien común: “Si hay imposición habrá revolución”, reza una de las consignas de las marchas. ¿Será?
Des Consuelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario