viernes, 23 de noviembre de 2012

Un país creado por el PRIAN



Por era-del-Ser.

Ahora que estamos a escasos siete días de entrar en un nuevo (y esperemos no muy largo) periodo de gobiernos priistas, quiero compartir con usted uno de los textos, que me parecen a mí más claros, de la crisis que se vive en nuestro país: se trata de el discurso dado por la politóloga Denisse Dresser en el Foro "México ante la Crisis", frente a diputados, senadores, empresarios y funcionarios el día 29 de enero de 2009. Sí, ya hace cuatro años de ello, pero, penosamente, sigue aún tan vigente como entonces.

          Por necesidades de espacio me he visto en la forzosa necesidad de acortarlo, pero la lectura del documento completo es valiosísima para la comprensión de nuestra dura realidad, así que le dejo la dirección electrónica en la que podrá, si ese es su deseo (y espero que lo sea), leerlo en su totalidad. La dirección WEB es:         
          http://www.ensanluispotosi.com/Denisse/DiscursoFb2009.htm

[…] México es un país privilegiado. Tiene una ubicación geográfica extraordinaria y cuenta con grandes riquezas naturales. Está poblado por millones de personas talentosas y trabajadoras. Pero a pesar de ello la pregunta perenne sigue siendo: ¿Por qué no crecemos a la velocidad que podríamos y deberíamos? ¿Por qué seguimos discutiendo este tema año tras año, foro tras foro? […]

La respuesta se halla en la mezcla correcta de Estado y mercado; de regulación e innovación. Y hoy México es un ejemplo clásico de lo que el premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz, llama "una mala encarnación del capitalismo", el capitalismo de cuate, honey capitalism, el capitalismo de cómplices, el capitalismo que no se basa en la competencia o en la innovación, sino en su obstaculización. Ese andamiaje de privilegios y de posiciones dominantes y nudos sindicales en sectores cruciales para el desarrollo de cualquier país, y México no es la excepción. ¿Cuáles son esos sectores? Telecomunicaciones, servicios financieros, transporte, energía. Nudos que aprisionan a la economía y la vuelven ineficiente. Una mezcla de capitalismo de Estado y capitalismo oligárquico.

Hoy México, inmerso en esta crisis, está aún lejos de acceder a ese capitalismo exitoso, dinámico, democrático, donde el Estado no protege privilegios, no defiende cotos, no elige ganadores, no permite la perpetuación de un pequeño grupo de oligarcas con el poder de vetar las reformas que los perjudican. Ese capitalismo abierto donde las autoridades crean condiciones para los mercados abiertos, competitivos, innovadores que proveen mejores productos a precios más baratos para los consumidores, para los ciudadanos.

[…] México está atrapado por una red intrincada de privilegios y vetos empresariales y posiciones dominantes que inhiben un terreno más nivelado de juego. Una red que opera a base de favores y concesiones y protección regulatoria que el gobierno ofrece y los miembros de la cúpula empresarial de este país exigen para invertir. […] Y los consumidores, los ciudadanos de México contribuyen a la fortuna de los rentistas cada vez que pagan la cuenta telefónica, la conexión a Internet, la cuota en la carretera, la tortilla a un precio fijo, la comisión de las Afore, la comisión por una tarjeta de crédito […] el rentismo acentúa la desigualdad, produce costos sociales, disminuye la productividad, aumenta los costos de transacción en una economía que para competir globalmente necesita disminuirlos.

Y para extraer esas rentas, esos jugadores dominantes, han erigido altas barreras de entrada a nuevos jugadores, creando así cuellos de botella que inhiben el crecimiento de México en un mundo cada vez más globalizado, y la concentración de la riqueza y el poder económico en esos jugadores dominantes ¿en qué se traduce? En ventajas injustas, en captura regulatoria, en políticas públicas que favorecen intereses particulares. Pero, peor aún, convierte a los representantes del interés público […] en empleados de los intereses atrincherados. Convierte al gobierno en empleado de las personas más poderosas del país [...] ¿Quién gobierna en México […]? Porque ante los vacíos de autoridad y la captura regulatoria y las decisiones de política pública que benefician a una minoría, la respuesta parece obvia […] el meollo detrás de la mediocridad económica de México se encuentra en su estructura económica y en las reglas del juego político que la apuntalan; una estructura demasiado pesada en la punta de la pirámide, una estructura oligopolizada, donde unos cuantos se dedican a la extracción de rentas, una estructura de complicidades y colusiones que el gobierno permite y del cual también se beneficia. […] Y el problema surge cuando ese modelo que hemos construido comienza a crear monstruos, cuando ese apoyo gubernamental, a ciertos grupos y ciertas personas produce monopolios, duopolios, oligopolios y sindicatos rapaces que ya no pueden ser controlados, cuando las criaturas del Estado […] amenazan con devorar a ese Estado.

[…] Porque si la clase política de México […] no logra construir los cimientos del capitalismo democrático, condenará a México al subdesempeño crónico, a ser un terreno fértil para los movimientos en contra de las instituciones, condenará al país a cojear de lado, saboteado por instituciones políticas que no logra remodelar monopolios públicos y privados, que no logra desmantelar estructuras corporativas, que no logra democratizar.

[...] México no crece por la forma en la cual se usa y se ejerce y se comparte el poder, […] por las reglas discrecionales y politizadas que rigen al capitalismo de cuates, por la supervivencia de las estructuras corporativas que el gobierno creó y sigue financiando, por un modelo económico que canaliza las rentas del petróleo a demasiadas clientelas, por un sistema político que funciona muy bien para sus partidos, pero muy mal para sus ciudadanos. Un sistema de extracción sin representación, creando así un país poblado por personas obligadas a diluir la esperanza, a encoger las expectativas, a cruzar la frontera al ritmo de 400 mil personas al año en busca de la movilidad social que no encuentran en su propio país, obligados a vivir con la palma extendida, esperando la próxima dádiva del próximo político, obligados a marchar en las calles, porque nadie en el gobierno los escucha, a desconfiar y a retar a las instituciones, a presenciar la muerte común de los sueños, porque México no avanza a la velocidad que podría y debería.


¿Qué tal durmió FCH? (XV)

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