(Malhumorado, indignado, EPN, vuelvo a repetir, no es mi presidente)
- Le sigo diciendo que no sé por qué lo hice. – dije malhumorado. Estaba desesperado, hacía unas horas me habían estado preguntado lo mismo, una y otra vez pasaban por mis oídos las mismas palabras.
- ¿Qué sucede con lo que digo? ¿Qué sucede con ustedes? ¿Por qué no comprenden, no sé por qué lo hice? – Muchas veces había estado en la misma situación, en mi vida había tenido que dar respuesta, preguntas que no servían para nada, preguntas que tenían que hacer por compromiso, por rutina, pero nunca entendían mis palabras, o quizá nunca las escuchaban.
- No lo sé. – Eso es, la gente sólo ve y escucha lo que quiere ver y escuchar, a lo mejor ellos, sólo ven que estoy aquí sentado mirando hacia la pared, sin hablar. Porque no quieren escuchar esto, quieren escuchar una razón, la que sea está bien para ellos, una cosa para poder hacer de mi vida lo que les guste más para mí.
- ¿Me están escuchando? – Justo como yo no puedo ver sus rostros, porque estas personas no tienen rostros, no los tienen. Por más que me les quede mirando, las facciones no se reflejan, su cabeza es sólo una masa escupe preguntas que no deja de trabajar. Dando vueltas alrededor de mí, por qué, por qué, por qué.
- Mírame bien, mira mis labios, acércate a mí, te lo diré frente a frente. ¿Qué pasa?, ¿por qué no te acercas? – Siempre viviendo en su masa inconsistente, dando la forma que más le guste a la gente. Viviendo en estado de defensa permanente, la gente ya no se quiere acercar, uno se tiene que acercar a la gente, pero para qué, para que la masa te dé un mal aspecto, y te moleste y te empuje hacia atrás y te pregunte.
- Usted dígame ¿por qué me pregunta por qué? ¿Qué es lo que le interesa? ¿Realmente le interesa? – El día y la noche se parece a este lugar, a este cuarto vacío, exceptuando por una silla en donde estoy yo, en medio de las masas informes, que se acercan sólo para reclamar y preguntar, sólo para escuchar lo que ellos quieren que diga, sólo para hacerme ver que mi rostro no tiene sentido para ellos, que mi rostro no es una respuesta, que mi rostro es un signo de locura de extrañeza, que yo estaré solo si no entierro mi rostro en un mar de carne hipócrita. ¿Qué lo único que vale la pena preguntarse en la vida es por qué? Porque el sinsentido no es vida, porque el sinsentido no les recuerda a ellos, porque quieren que los otros sean espejos de ellos mismos, porque para poder sentirse seguros, los demás tienen que ser igual de inseguros que ellos, inseguros e informes, y pedantes, y porqués.
- Estoy cansado, no lo sé. – De pronto quiero llorar, quiero llorar porque efectivamente este cuarto resume toda mi vida, porque precisamente no he podido salir del cuarto o lograr que alguien más estuviera sentado conmigo, un amigo, alguien con rostro, alguien con quien pueda reírme y carcajearme sin sentido. Porque no he podido cambiar a las masas informes, no las he podido contagiar de mi vida, o lo que es lo mismo, de mi locura. Llorar, por ellos, porque a lo largo de mi vida no han recuperado sus rostros y cambiado las masas.
- ¡No lo sé, no sé por qué mate a esa persona! – De pronto eché a llorar.
Enrique Burgot.
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