Muchos capitalinos dicen sentirse enojados, molestos
y hasta ultrajados por las manifestaciones masivas implementadas por la CNTE,
el SME y otras organizaciones populares durante las últimas semanas en el
Distrito Federal. Pero, esos ciudadanos que vociferan tan atrozmente en contra
de sectores sociales que salen a las calles, legítimamente, a expresar su
inconformidad, ¿en verdad están tan enojados a causa de la CNTE o solo se
sienten del tal forma porque les han dicho los medios de comunicación que así
deben sentirse: secuestrados, violentados, lastimados, agredidos, invadidos?
Tratemos de revisar
los hechos minuciosamente y con plena objetividad. En primer lugar, ¿cuántos de
aquellos capitalinos que denuestan las protestas magisteriales saben realmente
lo que los maestros han venido a exigir? Más grave aún: ¿cuántos de nosotros
nos hemos preocupado por conocer sus demandas, saber si son justas o no,
escuchar sus voces desesperadas? Y estas preguntas van dirigidas también para
todos nosotros, los que no despotricamos en contra de los manifestantes pero
que ni siquiera estamos enterados de cuál es el verdadero quid del
asunto.
No lo sabemos, solo
los mismos maestros conocen las penurias que los han empujado a venir al D.F. a
levantar sus voces en contra de un gobierno que históricamente ha aplastado sus
derechos laborales, civiles y humanos más fundamentales y, como si no fuera
suficiente, las cámaras se apresuran a torcer la ley para legitimar este
hostigamiento social desde el aparato institucional. De verdad, conocemos muy
parcialmente las causas que impelen a estos maestros rebosantes de indignación.
Sé que muchos
ciudadanos se apresurarán a responderme con aquellas muletillas tan desgastadas
y con ese sello tan peculiar de made in televisa aduciendo que la cosa
está “politizada”, que los maestros son unos “huevones”, “indios”, “nacos”,
“revoltosos”, “bárbaros” que se rehúsan a ser evaluados; que están en
contra de la educación de “calidad” y por lo tanto, en contra del progreso de
México.
¿En serio? ¿De verdad
es ese el problema? ¿Únicamente se trata de eso? Y perdone usted mi ignorancia,
pero ¿según quién?, ¿según televisa?, ¿la misma televisora que ni siquiera paga
el espacio radioeléctrico público en el que transmite tres canales de
televisión abierta?, ¿según la televisora que ha estado implicada en sospechas
de narcotráfico, evasión fiscal y Dios sabrá cuántos crímenes más?; ¿según Peña
Nieto y su “gobierno”?, ¿el “presidente” que asumió el cargo en uno de los
peores entredichos electorales de la historia?, ¿el sujeto cuya
“administración” acaba de poner en libertad a dos de los peores delincuentes de
la historia de nuestra nación: Caro Quintero y Raúl Salinas?, ¿el tipejo que
ordenó la sangrienta represión en Atenco y encima, con horrenda desfachatez y
cinismo, lo reconoce? ¿Esas son sus fuentes, mi querido lector y ciudadano
encabronado?
Pues, déjeme decirle
que si es esa su posición, está usted tremendamente equivocado. ¿Acaso sabía
usted que la tan mentada reforma educativa no aborda absolutamente nada sobre
planes educativos, ni de estrategias pedagógicas, ni de entrega de mayores recursos
del erario a las escuelas y que ni siquiera habla de los estudiantes, ni de los
padres de familia y mucho menos del abandono de la infraestructura educativa
por parte del gobierno?
Entonces, esta
reforma educativa no tiene nada referente a la educación como tal, pero eso sí,
tiene mucho de reforma laboral y se centra, fundamentalmente, en la evaluación
universal a los maestros. Lo sé, aquí es donde muchos me dirán ¿Y qué tiene
de malo que se evalúe a los maestros? Nada en absoluto, al contrario, es algo
completamente deseable, lo malo se presenta cuando se asume falsamente que el
estado tan deplorable de la educación en México es culpa entera y exclusiva de
los profesores del sector público. Y no hay cosa que sea tan lejana de la
realidad.
Hay miles, créame,
miles de problemas que amenazan seriamente
la educación en nuestro país y el más importante es de responsabilidad
exclusiva del estado mexicano; ¿no me cree? Usted que es capitalino, cuando
tenga oportunidad dese una vueltecita por cualquier municipio del Estado de
México (el que fue 6 años gobernado por Enrique Peña) y dese cuenta usted mismo
del estado tan deplorable que guardan las escuelas públicas, son una pena. ¿Es
eso acaso culpa de los maestros? Creo que usted y yo coincidiremos en una
rotunda negación.
¡Que se evalúe a los
maestros! ¡Sí! Ellos mismos lo han propuesto, pero eso sí, que antes se
subsanen las necesidades más mínimas de todas las escuelas de la república y si
aun así la problemática persiste, entonces sí enfoquémonos en evaluaciones
magisteriales, pero no antes. No me diga que a usted nunca le tocó un profesor
amoroso de su vocación y de sus alumnos que les entregó alguna o muchas veces las fotocopias y materiales
del curso pagándolos con el dinero de su propio bolsillo para que no lo
hicieran los estudiantes, quizá de menores recursos.
Y el anterior es solo
un diminuto ejemplo de los gestos amorosos, heroicos y admirables que nuestros
maestros hacen en favor de sus pupilos. La evaluación universal para maestros
sería bienvenida si el resto de las condiciones educativas fueran mucho menos
adversas, pero sobre todo, si no se cerniera como consecuencia ineludible del
fallo en dicha prueba el despido de un maestro, que vive de su trabajo
literalmente; y eso se llama, aquí y en China: acoso laboral. Y tanto aquí como
allá es un delito.
Bueno, ya vamos
entendiendo más la cosa, pero ¿por qué a nosotros?, ¿por qué vienen a
fastidiarnos en nuestra ciudad?, ¿por qué no hacen sus manifestaciones en sus
lugares de origen?, ¿por qué tienen que dejar sin clases a tantos niños
inocentes?, ¿por qué cerrar las avenidas?, ¿por qué provocar tanto terror?,
dirán muchos, lo adivino. Expliquémoslo por partes:
La intención de los
profesores no es afectar a su alumnado al dejarlos sin clases; sin embargo, es
la medida de presión más extrema a la que pueden recurrir para ser oídos.
¿Usted cree que un profesor inconforme que da clases va a ser escuchado en sus
demandas, si a duras penas haciendo paros y huelgas, la gente se entera
medianamente de lo que están exigiendo? Usted y yo sabemos cómo es el aparato
burocrático de este gobierno, no me diga que nunca le ha tocado ir a quejarse o
a exigir algún derecho en alguna ventanilla de gobierno. ¿Cómo le ha ido?
En segundo lugar, los
profesores de la CNTE realmente están preocupados por el aprovechamiento de sus
alumnos, y por eso antes del inicio de los ciclos escolares, los profesores
utilizan sus periodos vacacionales para manifestarse y presionar al gobierno a
que los escuche y atienda sus demandas antes de que se presente el inicio del
ciclo escolar. ¿No me cree? ¿Acaso no recuerda, aunque sea muy vagamente, una
noticia en días pasados que hablaba de los profesores de Guerrero cerrando la
autopista del Sol en pleno periodo vacacional? Este tipo de movilizaciones
están pensadas precisamente de tal modo para no dejar sin clases a los niños.
Lo preocupante es que el gobierno, como siempre, ni los ve ni los escucha[i].
Y precisamente por
esto, los maestros al verse tan ignorados por las autoridades, se han visto en
la NECESIDAD de acudir a la capital del país para hacer evidente su descontento
y hacer tremendamente garante su presencia y sus exigencias. Creo que no
necesito decirle que a pesar de que vivimos en una República Federal, en la
práctica México parece más un país centralista.
Nosotros, como
habitantes del centro del país, deberíamos ser profundamente comprensivos con
este tipo de manifestaciones, porque somos verdaderamente privilegiados por
vivir en la capital o en sus alrededores, porque difícilmente padeceremos las
penurias de la gente del campo, de los pueblos, de los estados, de las
provincias y de las ciudades que no son la capital. Tal vez precisamente por
eso seamos tan ciegos e indolentes ante estas movilizaciones. Pero pensemos en
esto, cuantos de nosotros abandonaríamos voluntariamente las comodidades
citadinas para irnos a vivir al sacrificio en el que está hundido el resto de
México. Por desgracia, si no recordamos esto muy a menudo, pronto estaremos en
un riesgo inminente: perder este privilegio del que tan injusta y soberbiamente
nos ufanamos.
Y por ende, de nada
les sirve a los profesores venir a visitarnos sin ejercer algún método de
presión. Y si no podemos dejar de pensar con un egoísmo irreconciliable, recordemos que alguna vez
quisimos o querremos ser escuchados y, ante la impotencia de no serlo, puede
que nuestros papeles se inviertan. Los maestros tienen miles de motivos para
sentirse mucho más encabronados que nosotros. No nos engañemos.
Por otra parte
debemos recapitular que las acciones de los maestros en el Distrito Federal,
principalmente se han enfocado a desquiciar ciertas zonas de la ciudad que no
lesionan a la mayoría de la sociedad capitalina, pero que perjudican los
intereses de ciertas cúpulas empresariales y gubernamentales, pero bajo la lupa
perversa de los medios masivos de desinformación, las cosas “malas” se
agigantan y las buenas tienden a “desaparecer”. El terror es propiciado por los
medios de comunicación gobiernistas, no por los maestros de la CNTE.
Por último, suplico a
usted reconsidere su posición ante los maestros de la CNTE, al final de cuentas
estoy seguro de que la mayoría de los que podemos leer este artículo es gracias
a la labor de un maestro de escuela pública, un maestro que también tiene
derecho a un trabajo dignamente remunerado, a seguridad laboral, a exigir una
escuela digna y equipada para él y sus alumnos, a no padecer amenazas sobre su
plaza magisterial solo porque unos cuantos empresarios avariciosos y políticos
corruptos encontraron en el sector educativo la veta de oro para el outsourcing de capital privado.
Antes de decir “huevones”, póngase a pensar en lo difícil que
es dejar su lugar de origen, sus seres queridos, su casa e irse a la ciudad a
luchar por sus derechos, a dormir en un suelo duro y frio, a comer frijoles y
tortillas, a dejar de percibir su sueldo (tal como se lo han hecho a muchos
maestros oaxaqueños); y eso sin tomar en cuenta las extenuantes condiciones a
las que se someten los profesores rurales en una jornada común y corriente.
Antes de decir “indios”
reflexione que los peores males que nos aquejan son culpa de “hombres blancos”.
Antes de decirlo mire el color de su piel y sus rasgos y sepa que es mucha
honra ser un indio mexicano.
Antes de decir “nacos”,
“revoltosos”, “bárbaros”, piense
por favor en las novelas y programas de televisa de perverso y siempre mediocre
contenido, en los políticos corruptos que se esconden detrás de las fuerzas del
estado, en los empresarios sin escrúpulos que quieren vender lo que no es suyo
a toda costa del robo, la muerte y la destrucción sistemática del pueblo.
Piense en todo esto y tendrá una dimensión más certera de las palabras “nacos”,
“revoltosos” y “bárbaros”.
Todos conocemos la
vida demandante de la ciudad, es por eso que todo el tiempo estamos
disgustados, no nos disgustan los maestros, ni sus paros, ni sus bloqueos, nos disgusta
tener un jefe intolerante que nos amenaza con echarnos si llegamos tarde una
vez más, nos disgusta tener trabajos de hasta doce horas y no poder llegar a
tiempo para ver a nuestros hijos despiertos para estar en el otro trabajo, nos
molesta ganar tan poco y que nos lo quiten en asaltos, nos molestan los
políticos corruptos que nos drenan el esfuerzo en impuestos injustos, no
disgusta que no nos paguen lo suficiente, que no nos alcance el dinero, no
poder dormir lo suficiente, no comer lo suficiente, no reír lo suficiente, no
ser felices lo suficiente, no poder manifestarnos (por no poder faltar al
trabajo porque nos corren). Pregúntese de nuevo que le molesta, pero no quiera
que los que luchan paguen su propio pato, porque al final de cuentas todos
estamos del mismo lado.
¡Que viva la lucha
magisterial!